Análisis biológicos y químicos, realizados como parte de la tesis de maestría de Carlos Andrés Medina, constructor civil y especialista en construcción sostenible, indicaron que además del líquido potable, el proveniente de la lluvia también sirve para la confección de mezclas de concreto simple.
La propuesta realizada por el magíster en construcción de la Universidad Nacional Sede Medellín se presenta como una opción para disminuir costos e impacto ambiental, ya que en la actualidad para la fabricación del concreto se requiere agua potable, debido a los estándares de calidad que se exigen.
Precisamente, es una práctica común utilizar este líquido para fabricar el concreto sin ninguna verificación previa. Esto supone que toda agua que es potable también es apropiada para elaborar concreto.
“Sin embargo, hay ocasiones en que esto no se cumple, pues algunas formas potables presentan pequeñas cantidades de azúcares que no afectan su potabilidad, pero que pueden hacerlas inadecuadas para la fabricación de concreto”.
Y es que la calidad de este tipo de agua está directamente relacionada con la calidad del aire, por lo cual se hace necesario realizar análisis para establecer requisitos mínimos, consignados en la norma técnica colombiana NTC 3459 de 2001, encargada de regular el tema de agua para la elaboración de concretos. Sin embargo, dichos parámetros no siempre son cumplidos.
La normativa dice, por ejemplo, que el líquido destinado para este fin se puede obtener de otras fuentes, pero debe ser claro, de apariencia limpia, que no tenga cantidades perjudiciales de aceites, ácidos, sales, materiales orgánicos y otras sustancias que pudieran afectar al concreto en su resistencia.
El procedimiento
Dentro de su trabajo de investigación, Medina diseñó una mezcla en la cual utilizó cemento portland tipo 1, grava y arena, para hacer pruebas con agua potable y de lluvia, obtenida mediante un sistema de colección.
Después de que se clasificaron los materiales, se desocuparon varios cilindros para luego hacer el proceso de curado, que consiste en sumergir o rociar la pieza para controlar el movimiento de temperatura y humedad hacia dentro y fuera del concreto.
El investigador explica que el objetivo es mantenerlo saturado hasta que los espacios de cemento fresco, originalmente llenos de agua, sean reemplazados por los productos de hidratación del mismo.
También se estudiaron factores fisicoquímicos, como la cantidad de sulfatos, cloruros, sólidos totales, sólidos disueltos, el pH y la turbiedad del líquido. Los datos se cotejaron con los valores de referencia de las exigencias de la norma NTC 3459 y determinaron que sí era factible su utilización.
Una vez listos los cilindros, se llevó a cabo otro análisis mediante la técnica DRX (Difracción de rayos x), con la cual se pudo observar la topografía de superficie y la microestructura del concreto de cada muestra, para luego pasarla por microscopía de barrido electrónico.
En la prueba de resistencia a la compresión, se pudo determinar, por ejemplo, que la resistencia promedio de los cilindros a 1 día en megapascal (medida de resistencia a la compresión del hormigón) fue de 7,62 para el agua de lluvia y de 7,24 con el agua potabilizada, mientras que a los 28 días la proporción fue de 27,51 y 27,24 respectivamente, mostrando mayor resistencia.
Finalmente, el constructor resaltó que esta propuesta significaría una reducción importante del uso de agua en las construcciones y por tanto contribuiría al cuidado del medioambiente y la disminución de costos.
Día Internacional de la Madre Tierra - 22 de abril
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