En “cunchos” de café, bagazo de caña, aceite de higuerilla, tusas de maíz o aserrín, grupos de desplazados y madres cabeza de familia de Cundinamarca han encontrado la materia prima de esta actividad que empieza a generarles óptimos resultados.
El mercado de estos hongos está enfocado en hoteles cuatro y cinco estrellas, restaurantes de comida oriental, italiana y peruana y tiendas orgánicas, pues esta es la principal característica del producto. Asimismo, los restaurantes gourmet de OMA están interesados en el producto.
“Hacemos uso de los residuos de la agroindustria para producir hongos comestibles. Estamos acordando con Café OMA para obtener de tres a cinco kilos diarios de residuos por punto”, comenta Néstor Fernando Alvarado, uno de los tres estudiantes de último semestre de Ingeniería Agrícola de la U.N. que promueven el proyecto.
En Fusagasugá trabajan con desplazados que curiosamente no provienen de un área rural, sino de la ciudad, y que han tenido que emigrar por problemas de inseguridad. Ellos se capacitaron con los estudiantes de la U.N. y en la actualidad obtienen una cosecha de cinco a seis kilos semanales.
De igual manera, a La Palma (Cundinamarca), donde hubo una fuerte presencia de grupos armados ilegales que dejó varias personas y familias afectadas, también ha llegado esta idea. Allí, los participantes del proyecto obtienen de 10 a 15 kilos semanales, una cosecha mayor debido a que el clima de este municipio es más propicio para la producción de hongos comestibles.
Del mismo modo en Bogotá, con madres cabeza de familia, los futuros ingenieros agrícolas trabajan en Engativá donde obtienen de cinco a ocho kilos semanales.
“La idea es, por un lado, apoyar a la gente desplazada para que tenga sus ingresos y, por otro lado, diversificar el mercado de hongos a nivel nacional, ya que es un sector con gran proyección nacional e internacional”, manifiesta Alvarado.
Mercado con proyección
Aunque hasta el momento solo se produce orellana y portobello, ya se empieza a pensar en la inclusión de variedades como cremini, shiitake y chanterelle.
La orellana es un producto de reciente introducción en Colombia. En 1993 se empezó a cultivar de manera experimental en La Calera (Cundinamarca) y a finales de los años 90, se emprendió el cultivo de manera artesanal.
La condición fundamental para cultivar la orellana es un espacio aislado, que permita una temperatura constante y en el que predomine la oscuridad.
Se calcula que en el país se producen cerca de 80 toneladas de orellana al año, comparada con aproximadamente 5.000 de champiñón.
Se calcula que en el país se producen cerca de 80 toneladas de orellana al año, comparada con aproximadamente 5.000 de champiñón.
El programa también se ha extendido a poblaciones como San Francisco y Carmen de Carupa.
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