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2017-03-28Algodón transgénico, ¿paquete chileno?

Agencia de Noticias UN |Una investigación adelantada en Tolima y Córdoba evidenció que, una década después de su debut, las semillas de algodón genéticamente modificado no han sido efectivas en el control de plagas.

Una investigación adelantada en Tolima y Córdoba evidenció que, una década después de su debut, las semillas de algodón genéticamente modificado no han sido efectivas en el control de plagas.

A mediados del siglo pasado en Colombia el algodón era una especie de “súper estrella” del agro. En 1977, por ejemplo, el país contabilizaba 377.246 hectáreas dedicadas a este cultivo, y generaba casi medio millón de empleos. Sin embargo, las políticas de apertura económica hicieron que aquella época dorada diera un giro radical. El cultivo se ha reducido tanto que en la actualidad apenas se destinan unas 17.600 hectáreas a esta actividad.

Aspectos como baja rentabilidad económica; mayor presión de plagas y enfermedades; altos costos de los insumos; bajos rendimientos de la fibra y poca adaptabilidad de los materiales transgénicos también han sido responsables de la disminución en un 95,3 % de la siembra de algodón en el país.

Una investigación adelantada en los municipios de El Espinal y Guamo, en Tolima, y de San Carlos, San Pelayo, Cereté y Ciénaga de Oro, en Córdoba –las regiones algodoneras más representativas del país–, demostró que la introducción en 2003 de las primeras variedades de algodón genéticamente modificado no ha cumplido con las expectativas de aumentar la productividad y los ingresos económicos de los agricultores.

En Cereté existen 607 lotes destinados a la siembra de algodón, de ahí la importancia socioeconómica de este cultivo en el municipio, conocido como “la capital del oro blanco”. De otra parte, en El Espinal existen 352 lotes y entre ambas zonas representan el 80,4 % del área total sembrada con esta fibra textil vegetal en el país.

Pese a la notable disminución en la siembra de algodón desde hace tres décadas, los agricultores de estas zonas han persistido con la esperanza de obtener utilidades en cada temporada. “En Córdoba predomina la agricultura campesina familiar en fincas pequeñas; los integrantes de los hogares son los encargados de la mano de obra para recoger el oro blanco que ahora es escaso”, afirma Pedro Hernán Rodríguez, estudiante de la Maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UN) Sede Bogotá.

El análisis realizado por el futuro magíster incluyó datos estadísticos y consulta a actores de la cadena productiva del algodón en las zonas de estudio, lo cual permitió comparar el área sembrada y el rendimiento del algodón transgénico y convencional; determinar la rentabilidad, e identificar los factores que han influido en las variaciones registradas de producción.

Desequilibrio ecológico

El algodón transgénico cultivado en el país es de tecnología Bt y rr, es decir resistente a insectos y al glifosato, y tolerante a herbicidas. Por tanto, ofrece protección contra plagas de lepidópteros como el bellotero (Heliothis virescens, Helicoverpa zea), el rosado colombiano (Sacadodes pyralis), el rosado de la India (Pectinophora gossypiella) y el de las hojas (Alabama argillacea).

Una de las características de los sistemas de producción agrícola en las zonas de estudio es la presencia de cultivos transitorios de arroz y maíz. Mientras en El Espinal el algodón se siembra durante el primer semestre del año y en el segundo semestre se rota con arroz, en Cereté se cultiva entre agosto y enero y luego se rota con maíz, por lo general transgénico, con tecnologías Bt y RR.

Sin embargo, la rotación entre dos organismos genéticamente modificados ha generado un desequilibrio ecológico por el aumento de las poblaciones de las principales plagas del cultivo que no son controladas por la tecnología Bt, como Spodoptera sp. y picudo del algodonero (Anthonomus grandis) que, según datos de la Confederación Colombiana del Algodón (Conalgodón), ha generado pérdida de sostenibilidad y reducción de las áreas de cultivo.

Esta situación ha incrementado el uso excesivo de insecticidas en los últimos años. Algunos productores consultados aseguraron que en Córdoba se están realizando hasta 13 aplicaciones y en Tolima hasta cinco por ciclo productivo para el control de plagas.

“Los insecticidas utilizados pertenecen a las categorías toxicológicas Ib y II, lo cual indica el alto riesgo de contaminación del medioambiente y la afectación a organismos acuáticos, aves, invertebrados, seres humanos y mamíferos. Además, ante la pregunta de si ha habido una reducción en el uso de insecticidas con el algodón transgénico, el 76,5 % de los productores encuestados manifestó que no, mientras el 23,5 % afirmó que sí”, explica el investigador Rodríguez.

Ramón Sánchez, productor algodonero de Cereté desde hace más de 20 años, cuenta que con la semilla convencional se sembraban hasta 30 kilos por hectárea, mientras ahora solo usan de ocho a 10 kilos de material transgénico para esta misma siembra esperando la misma producción; sin embargo, el costo de la semilla excede en un 300 % a la convencional y para conseguir ganancias considerables es necesario tener tecnología y buenas prácticas de cultivo, lo que no siempre está al alcance de los campesinos.

Pérdidas económicas

En Cereté la mayoría de los cultivos de algodón no cuenta con sistemas de riego, por lo que el 74,6 % de los lotes sembrados suple sus necesidades hídricas con las lluvias, lo que incrementa el riesgo de pérdida de la cosecha y disminuye los rendimientos cuando se presentan eventos climáticos como el fenómeno de El Niño.

Por el contrario, en El Espinal el 98,6 % de los cultivos utiliza riego por gravedad. Si bien este sistema genera impactos ambientales negativos debido a que requiere mayor consumo de agua y genera problemas de drenaje y salinidad, ha demostrado que las variedades de algodón transgénico presentan mejores rendimientos en condiciones de riego que en condiciones de secano, es decir cuando se toma únicamente el recurso hídrico que proviene de la lluvia.

La investigación también demostró que en 2015 los productores del Tolima reportaron una utilidad promedio de 782.901 pesos por hectárea, pero los cordobeses perdieron en promedio 313.095 pesos por hectárea entre 2014 y 2015, a pesar de tener costos de producción más bajos.

Dentro de las razones enumeradas por Pedro Hernán Rodríguez se encuentra el hecho de que en la costa Caribe existe mayor presión de plagas, menor acceso a maquinaria agrícola y no se acostumbra realizar análisis de suelos ni foliares, lo cual genera costos innecesarios en fertilización y acumulación de sales que aceleran los procesos de desertificación.

En cambio en el Tolima, teniendo en cuenta que el algodón se rota con arroz –que es un cultivo altamente tecnificado–, cada temporada se realizan análisis de suelos que permiten implementar programas de fertilización. Esta práctica y la disponibilidad de riego es quizá una de las causas por las que el rendimiento es más alto.

El estudio también sirvió para constatar que aunque el algodón transgénico es tolerante a la molécula de glifosato y efectivo en el control de maleza, la tecnología de esta semilla no responde a las plagas actuales de los cultivos, probablemente porque no fue diseñada para las condiciones climáticas del país.

El investigador concluye que la falta de tecnificación y de buenas prácticas en varias regiones no ha permitido que este sector productivo recupere sus ganancias y la tendencia a la baja siga predominando en ambas regiones algodoneras, lo cual indica que la siembra de algodón genéticamente modificado no ha tenido los resultados esperados atribuidos a la tecnología.


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