La investigadora Adriana Carolina Rojas, doctora en Biotecnología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), destaca que trabajó con soya porque es un cultivo muy importante, después del arroz y del maíz, y porque además constituye la principal fuente de proteína para la cría de animales.
Aunque Colombia tendría un gran potencial como productor de soya, en la actualidad se importa cerca del 80 % del producto, situación que ha motivado las investigaciones del Grupo Ingeniería Genética de Plantas, del Departamento de Biología de la U.N. El reto es favorecer su adaptación a las características de los países tropicales, en los que el uso de herbicidas como el glifosato está muy extendido entre los productores.
La doctora afirma que a pesar de que variedades mejoradas de soya se comercializan en Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y Bolivia, en Colombia apenas están comenzando las primeras investigaciones, bajo una estricta regulación en bioseguridad y en medio del debate sobre el daño que las semillas modificadas podrían generarle al medioambiente.
“Para comercializar semillas de este tipo se requeriría realizar pruebas de campo en espacios controlados, de tal manera que se constate que no afectarán a otras especies y que tendrán un comportamiento que garantice que sus características morfológicas se mantendrán a lo largo del tiempo”, precisa la investigadora.
En tal sentido, su estudio consiste en producir transgénicos genéricos a los que cualquier persona pueda acceder, con el fin de comercializar sus semillas a un costo mucho más bajo que el producto patentado.
Soya transgénica
Para la investigación se trabajó con Agrobacterium tumefaciens, una bacteria que permite incorporar en las plantas el gen de tolerancia al glifosato.
La biotecnóloga señala que “aunque se podría pensar que todas las variedades de soya se comportan igual, algunas no se adaptan a las modificaciones”. Además la patente del gen utilizado en su investigación venció hace poco tiempo y se puede emplear sin ningún costo en este tipo de investigaciones.
Gracias a que las bacterias comparten información genética entre sí, a través de un elemento que se conoce como plásmido (pequeña estructura de ADN), en el que es posible alojar información adicional, en la U.N. se diseñó una estructura para albergar el gen, que luego sería elaborada en laboratorios de China.
De vuelta en Colombia, el plásmido se disuelve en una solución acuosa para ponerlo en contacto con la bacteria, como parte de un proceso en el que se induce el contacto y su introducción al interior de la bacteria mediante choques eléctricos.
Finalizada esta etapa las bacterias que han tomado los plásmidos se cultivan en ambientes que tienen un antibiótico al que dichas moléculas son capaces de resistir, de tal manera que se puedan seleccionar aquellas que se pondrán en contacto con las células vegetales.
La investigadora destaca que “aunque lo normal sería que de una semilla surgiera una única planta, nosotros realizamos un procedimiento que nos permitía obtener múltiples tallos, de tal manera que se pudiera evaluar la transferencia, ampliando la probabilidad de obtener plantas modificadas”.
El proceso es complejo y requiere de gran cantidad de estas pruebas, puesto que las probabilidades de que se produzcan plantas completas, capaces de desarrollar raíces, tallo y hojas en un medio con presencia de glifosato apenas alcanzan porcentajes entre el 2 y el 10 %.
Primeras evaluaciones
Cuando se constató que las plántulas son capaces de desarrollarse en condiciones de laboratorio, se llevaron a un invernadero para estudiar su comportamiento en un ambiente más parecido al que se tendría en condiciones normales.
“Al aplicar glifosato de forma similar a como lo haría cualquier agricultor en hojas y tallo, encontramos que algunas plantas desarrollaron tolerancia y continuaron con su ciclo natural”, destaca la investigadora.
Aunque en una siguiente fase de la investigación –que se realizará a partir de otra tesis doctoral– se evaluará el comportamiento en condiciones de campo controladas, se necesitan más estudios para que este tipo de semillas se llegue a comercializar con la certeza de que no tendrá ningún efecto que pueda afectar el medioambiente.
La Unidad de Medios de Comunicación – Unimedios, es la unidad de producción y difusión de la información científica, cultural, investigativa, académica, artística y tecnológica generada por la Universidad Nacional de Colombia y dirigida a la comunidad universitaria y a la sociedad en general. Es una dependencia de nivel nacional, adscrita a la Rectoría que articula los medios de comunicación existentes dentro de la Unidad para velar por el buen nombre e imagen de la Institución, promover y agenciar sus logros e integrarla en su diversidad y con la sociedad a través de sus medios, servicios y productos.
Un equipo científico del IEO-CSIC ha analizado cómo ha variado la distribución de 102 especies demersales en respuesta al cambio climático
La candidata a doctorado Emma Bullock estudia los impactos locales y globales de los cambios en los niveles minerales en las aguas subterráneas del Ártico.
Hasta ahora, se pensaba que los únicos organismos "fijadores de nitrógeno" eran los procariotas, como las bacterias.
Un chinche de 3 mm no registrado por la ciencia sería útil para controlar el crecimiento del maracuyá silvestre ("Passiflora foetida"), un tipo de maleza que en países como Australia es considerada como invasora pues obstaculiza el paso en las playas e impide el crecimiento de otras plantas autóctonas. Este insecto sería un controlador natural porque completa su ciclo de vida sobre la planta y se alimenta de las hojas causándoles daño.
El vuelo de los insectos, el camuflaje de los pulpos y la cognición humana son tres ejemplos de innovación evolutiva que se basaron, en parte, en eventos de duplicación de genes hace cientos de millones de años.
Un estudio pionero liderado por el CSIC analiza la exposición de los hábitats europeos al impacto de 94 especies de animales y plantas invasoras e identifica regiones críticas para la conservación.