Este artículo presenta una investigación en curso sobre el uso de agentes provistos de visión exomática (Turner et al 2001). El objetivo principal es evaluar si algunas medidas, raramente examinadas, como las isovistas: líneas de visión más extendida, están asociadas a flujos de movimiento existentes en el centro de Santiago de Chile. Para ello, se crearon una serie de algoritmos que guían a los agentes y se compararon con los flujos detectados en cerca de 200 puntos, durante un día hábil completo.
Los resultados principales, mostraron que los algoritmos basados en el Drift fueron más efectivos en reproducir los flujos de movimientos, comparados con los algoritmos basados en un movimiento aleatorio de los agentes, aunque esta correlación es aún débil (r2 = 0,27). Desde un punto de vista teórico, estos resultados parecen estar en línea con las teorías de cognición contemporáneas (Clark, 2009; Thompson, 2007) que tienden a enfatizar la naturaleza dinámica del comportamiento humano.
Introducción
El movimiento peatonal es una parte fundamental de las ciudades. Da forma y contribuye al desarrollo de los usos del suelo (Jacobs, 1961; Hillier, 1996), especialmente los usos (como el comercio minorista) que dependen del flujo de personas, y también ayuda a que la gente perciba su entorno como seguro. La circulación peatonal también es vital para hacer las ciudades más habitables (Whyte, 1980) y para mejorar el sentido de comunidad entre los ciudadanos. Por estas razones, la mejora de la circulación peatonal se ha convertido en una parte central de las políticas urbanas en varias partes del mundo desde los años setenta, especialmente las que tienen como objetivo la regeneración de las ciudades (Imrie et al., 2009),.
A pesar de ello, la dinámica del movimiento peatonal ha sido poco conocida (Batty, 2001; Papadimitriou, 2009). Batty (2001) ha argumentado que el movimiento de los peatones se ha descuidado históricamente debido, sobre todo, a que se han importado (sin mucha reflexión) los modelos de transporte como medio para entender cómo se mueven las personas, a pesar de que este último comportamiento es más discrecional que el primero.
En los últimos diez años, una serie de estudios han intentado superar esta limitación. Conroy-Dalton (2003), por ejemplo, ha demostrado que las personas "siguen sus narices" mientras navegan; es decir, tienden a desviarse lo menos posible de las trayectorias rectas. Al intentar explicar este fenómeno, propuso que las personas preferirían la elección de la ruta más larga siempre que esta opción no se desviara del destino final más que cualquier otra ruta. Golledge (1995) ha argumentado que el movimiento de los peatones, cuando se examina a escala micro, plantea un problema interesante, ya que las personas no eligen necesariamente el mismo camino cuando van a un lugar que cuando regresan de él.
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